La bolsa es una fórmula de inversión que muchas veces se convierte en una afición. Son numerosos los particulares que escudriñan las cotizaciones en busca de grandes oportunidades. Tengo que reconocer que fui uno de esos ciudadanos que participan en el mercado bursátil lleno de tiburones, gestores de fondos de inversión y demás fauna. Lo fui hasta que una hipoteca se cruzó en mi camino, a partir de ese momento las variaciones del Euribor marcan más mis constantes cardiacas que las del Ibex.
En Periodista Digital pueden encontrar las reflexiones de contrastados profesionales que les pueden ayudar en la gestión de su cartera, pero me gustaría acercarles un curioso fenómeno que no es exclusivo de la bolsa pero sí característico: la psicología en los mercados.
Lo más habitual suele ser preguntarse cuál es la mejor estrategia para invertir en bolsa. Para hallarla deberemos conocer cómo se fijan los precios en el mercado. Hace una década, Financial Times y Expansión realizaron un experimento mediante un concurso. Los lectores tenían que elegir un número entero entre 0 y 100. La entrada ganadora sería la que más se aproximara a las dos terceras partes de la entrada promedio. Los periódicos proporcionaron el siguiente ejemplo breve para ayudar a los lectores a entender el concurso: supongamos que cinco personas participan en el concurso y eligen 10, 20, 30, 40 y 50. En ese caso, el promedio es 30 y dos tercios de esa cantidad son 20. La persona que había elegido consursar con el número 20 sería la ganadora en ese caso.
El verdadero objeto de este juego es que jugar con sensatez exige tener sentido de la magnitud de los errores de los otros jugadores. La gente comete errores en el proceso de toma de decisiones, y estos errores hacen que los precios de las acciones sean diferentes de lo que habrían sido en un contexto exento de errores.
Si hiciéramos un análisis racional, la respuesta que mandaríamos al concurso sería 1, ya que sería el único valor en el que todos los participantes se asegurarían ganar. Pero no todos los participantes tomaron esa decisión. Aunque la mayoría se inclinó por números reducidos, en el caso español hubo números como el 10 o el 69 que recibieron un importante volumen de votos a pesar de la irracionalidad de la decisión.
En la bolsa, esas decisiones racionales sustentadas en unos datos objetivos provienen del Análisis Fundamental, que se basa en el estudio de los datos financieros de las empresas para poder valorarlas y tomar decisiones. El problema surge cuando un elevado número de inversores no toma sus decisiones de esta manera, lo que provoca variaciones de precio fuera de ese patrón.
Al final la respuesta acertada fue superior a la que correspondería si creyéramos que todos los participantes fueran racionales y no cometieran errores. La mejor solución para ganar el concurso sería aquella que tuviera en cuenta el volumen de gente que se inclinaría por la solución racional, cuanta cometería errores y cuanta elegiría excentricidades. Keynes describió al mercado de valores como algo basado no en personas racionales que luchan por develar las reglas fundamentales del mercado, sino como un concurso de belleza en el que gana quien adivina el veredicto de los jueces.
Un par de apuntes para terminar. Primero hay que advertir que el concurso nos mostró el comportamiento del mercado en una única decisión. En las siguientes es de suponer que los participantes incorporarían lo aprendido con anterioridad y tomarían decisiones distintas. Todo esto provocaría la reducción de las decisiones irracionales y de los errores. Al final la realidad y los datos fundamentales son tozudos. Pueden preguntárselo a algún ex-accionista de Terra.
Segundo, esto tampoco significa que las decisiones racionales siempre sean rentables. El fondo LTCM tomaba decisiones bajo el análisis fundamental buscando aprovecharse de diferencias de precio provocadas por ineficiencias en el mercado. En principio se trata de inversiones sin riesgo pero al final el fondo quebró. Y eso que ya lo advertía también Keynes en otra cita: el mercado puede ser irracional durante más tiempo del que uno puede ser solvente.
En Periodista Digital pueden encontrar las reflexiones de contrastados profesionales que les pueden ayudar en la gestión de su cartera, pero me gustaría acercarles un curioso fenómeno que no es exclusivo de la bolsa pero sí característico: la psicología en los mercados.
Lo más habitual suele ser preguntarse cuál es la mejor estrategia para invertir en bolsa. Para hallarla deberemos conocer cómo se fijan los precios en el mercado. Hace una década, Financial Times y Expansión realizaron un experimento mediante un concurso. Los lectores tenían que elegir un número entero entre 0 y 100. La entrada ganadora sería la que más se aproximara a las dos terceras partes de la entrada promedio. Los periódicos proporcionaron el siguiente ejemplo breve para ayudar a los lectores a entender el concurso: supongamos que cinco personas participan en el concurso y eligen 10, 20, 30, 40 y 50. En ese caso, el promedio es 30 y dos tercios de esa cantidad son 20. La persona que había elegido consursar con el número 20 sería la ganadora en ese caso.
El verdadero objeto de este juego es que jugar con sensatez exige tener sentido de la magnitud de los errores de los otros jugadores. La gente comete errores en el proceso de toma de decisiones, y estos errores hacen que los precios de las acciones sean diferentes de lo que habrían sido en un contexto exento de errores.
Si hiciéramos un análisis racional, la respuesta que mandaríamos al concurso sería 1, ya que sería el único valor en el que todos los participantes se asegurarían ganar. Pero no todos los participantes tomaron esa decisión. Aunque la mayoría se inclinó por números reducidos, en el caso español hubo números como el 10 o el 69 que recibieron un importante volumen de votos a pesar de la irracionalidad de la decisión.
En la bolsa, esas decisiones racionales sustentadas en unos datos objetivos provienen del Análisis Fundamental, que se basa en el estudio de los datos financieros de las empresas para poder valorarlas y tomar decisiones. El problema surge cuando un elevado número de inversores no toma sus decisiones de esta manera, lo que provoca variaciones de precio fuera de ese patrón.
Al final la respuesta acertada fue superior a la que correspondería si creyéramos que todos los participantes fueran racionales y no cometieran errores. La mejor solución para ganar el concurso sería aquella que tuviera en cuenta el volumen de gente que se inclinaría por la solución racional, cuanta cometería errores y cuanta elegiría excentricidades. Keynes describió al mercado de valores como algo basado no en personas racionales que luchan por develar las reglas fundamentales del mercado, sino como un concurso de belleza en el que gana quien adivina el veredicto de los jueces.
Un par de apuntes para terminar. Primero hay que advertir que el concurso nos mostró el comportamiento del mercado en una única decisión. En las siguientes es de suponer que los participantes incorporarían lo aprendido con anterioridad y tomarían decisiones distintas. Todo esto provocaría la reducción de las decisiones irracionales y de los errores. Al final la realidad y los datos fundamentales son tozudos. Pueden preguntárselo a algún ex-accionista de Terra.
Segundo, esto tampoco significa que las decisiones racionales siempre sean rentables. El fondo LTCM tomaba decisiones bajo el análisis fundamental buscando aprovecharse de diferencias de precio provocadas por ineficiencias en el mercado. En principio se trata de inversiones sin riesgo pero al final el fondo quebró. Y eso que ya lo advertía también Keynes en otra cita: el mercado puede ser irracional durante más tiempo del que uno puede ser solvente.
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