La cultura financiera de nuestro país ha mejorado espectacularmente en las últimas décadas. Son cada vez más personas las que invierten en bolsa, conocen las diferencias entre fondos de inversión o encaran con garantías una negociación bancaria. Pero ese avance no impide que todavía queden lagunas por conquistar, en este post trataremos de una lección pendiente que tienen los ahorradores, la indiciación, que ya han aprendido los solicitantes de hipotecas.
Los ahorradores han venido obteniendo una reducida rentabilidad de los depósitos bancarios debido a los bajos tipos de interés. Ahora dependerá de la maña de cada uno de ellos para que puedan aprovechar la actual subida de los tipos de interés. Una de las políticas de las entidades de crédito es aplicar las bajadas de tipos inmediatamente a sus clientes pero retrasar lo máximo posible las subidas.
Los ahorradores suelen pasear de una entidad a otra pidiendo ‘precio’ para sus ahorros. Las entidades suelen ofrecer muy buenas condiciones para el dinero ‘nuevo’, es decir, para aquel que proviene de otras entidades. Saben que con las subidas de tipos ya tendrán capacidad para mejorar la rentabilidad obtenida del cliente en las siguientes renovaciones.
Algo similar ocurre con los bancos por Internet, quienes a través de agresivas campañas de publicidad ofrecen unos tipos de interés muy elevados, por encima del precio de mercado, para un periodo inicial limitado. La rentabilidad la obtendrán del mantenimiento posterior de los saldos atraídos por esa oferta inicial.
Este proceso no es algo exclusivo de los ahorradores. Hace unos años los solicitantes de préstamos hipotecarios pasaron por el mismo proceso. Las entidades de crédito anunciaban con gran profusión el tipo de interés del préstamo durante el período inicial. Pero dicho período apenas abarcaba de seis a doce meses cuando el préstamo tenía un plazo de veinte o treinta años (ahora los plazos se han alargado más). Pronto los solicitantes se dieron cuenta que lo realmente importante era el tipo de interés que se le iba a repercutir durante el resto de meses y no aquel atrayente tipo inicial. Y el tipo de interés aplicado se calculaba en base a un índice de referencia y un diferencial. Al final el índice de referencia que se impuso, por ser el más bajo a pesar ser el más volátil, fue el MIBOR (antecesor del EURIBOR).
A partir de ese momento los solicitantes de hipotecas empezaron a ‘pelear’ el diferencial sobre el índice de referencia. Ahora les toca el turno a los ahorradores. Si un ahorrador se decanta por la mejor oferta, comprobará a lo largo de los meses que otras entidades le ofrecen unas mejores condiciones. La mejor solución sería ir periódicamente cambiando de entidad pero los bancos y cajas saben que eso resulta cansino para los clientes. Cuando los ahorradores ‘peleen’ por un diferencial respecto al EURIBOR, es decir, por el margen con el que se queda la entidad de crédito, y abandonen los cantos de sirena de los tipos iniciales, lograrán saber de antemano las condiciones del banco sin miedo a verse perjudicado en las renovaciones.
Los ahorradores han venido obteniendo una reducida rentabilidad de los depósitos bancarios debido a los bajos tipos de interés. Ahora dependerá de la maña de cada uno de ellos para que puedan aprovechar la actual subida de los tipos de interés. Una de las políticas de las entidades de crédito es aplicar las bajadas de tipos inmediatamente a sus clientes pero retrasar lo máximo posible las subidas.
Los ahorradores suelen pasear de una entidad a otra pidiendo ‘precio’ para sus ahorros. Las entidades suelen ofrecer muy buenas condiciones para el dinero ‘nuevo’, es decir, para aquel que proviene de otras entidades. Saben que con las subidas de tipos ya tendrán capacidad para mejorar la rentabilidad obtenida del cliente en las siguientes renovaciones.
Algo similar ocurre con los bancos por Internet, quienes a través de agresivas campañas de publicidad ofrecen unos tipos de interés muy elevados, por encima del precio de mercado, para un periodo inicial limitado. La rentabilidad la obtendrán del mantenimiento posterior de los saldos atraídos por esa oferta inicial.
Este proceso no es algo exclusivo de los ahorradores. Hace unos años los solicitantes de préstamos hipotecarios pasaron por el mismo proceso. Las entidades de crédito anunciaban con gran profusión el tipo de interés del préstamo durante el período inicial. Pero dicho período apenas abarcaba de seis a doce meses cuando el préstamo tenía un plazo de veinte o treinta años (ahora los plazos se han alargado más). Pronto los solicitantes se dieron cuenta que lo realmente importante era el tipo de interés que se le iba a repercutir durante el resto de meses y no aquel atrayente tipo inicial. Y el tipo de interés aplicado se calculaba en base a un índice de referencia y un diferencial. Al final el índice de referencia que se impuso, por ser el más bajo a pesar ser el más volátil, fue el MIBOR (antecesor del EURIBOR).
A partir de ese momento los solicitantes de hipotecas empezaron a ‘pelear’ el diferencial sobre el índice de referencia. Ahora les toca el turno a los ahorradores. Si un ahorrador se decanta por la mejor oferta, comprobará a lo largo de los meses que otras entidades le ofrecen unas mejores condiciones. La mejor solución sería ir periódicamente cambiando de entidad pero los bancos y cajas saben que eso resulta cansino para los clientes. Cuando los ahorradores ‘peleen’ por un diferencial respecto al EURIBOR, es decir, por el margen con el que se queda la entidad de crédito, y abandonen los cantos de sirena de los tipos iniciales, lograrán saber de antemano las condiciones del banco sin miedo a verse perjudicado en las renovaciones.
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